Conócenos
Aunque nací forastero, aquí soy de casa
Me llamo Antonio Miguel Ruiz Redondo, y aunque el carnet diga que nací en El Prat de Llobregat, el alma la tengo empadronada en Esparragosa de Lares desde hace muchas lunas. De pequeñajo, mis padres —sabios de corazón— nunca soltaron el hilo de sus raíces, y cada verano hacíamos las maletas rumbo al pueblo. A fuerza de rozarlo, acabé queriéndolo. A fuerza de volver, lo hice mío.
Siempre suelto en broma que no soy forastero... porque nadie me ha hecho sentirlo. Me han dado calor sin pedir pasaporte, pan sin preguntar apellidos. Aunque, si se ponen quisquillosos, tengo los ocho apellidos de aquí. Mis cuatro abuelos nacieron entre estas calles, y eso —permíteme la licencia— no lo puede decir cualquiera.
De ese amor callado pero firme por esta tierra nació www.CerroMasatrigo.com, una web que no es más que una declaración de intenciones: contarle al mundo que aquí tenemos un tesoro natural, que el Cerro Masatrigo no es solo una postal bonita, sino un pedazo de identidad que merece ser contado, pisado, fotografiado… y cuidado. Y ya que estamos, darle voz y eco a las empresas y negocios rurales que siguen aquí al pie del cañón, remando contra viento, crisis y olvido. Porque si este rincón tiene futuro, pasa por apoyar a los que se quedan.
El Cerro Masatrigo —ya lo sabrás— es de Esparragosa de Lares, que está en esa joya geográfica llamada La Siberia extremeña, la comarca con más costa dulce de España (y no es metáfora, que aquí el agua es real y generosa). A sus pies, el Pantano de la Serena, tercer mayor embalse de Europa, custodia los sueños de pescadores, caminantes y aves viajeras. Dime tú si no somos unos privilegiados.
Y esta web también es un homenaje. Para mi padre, Benito Ruiz Luque, que se fue antes de tiempo, pero dejó sembrado en nosotros —sus hijos y ahora también sus nietos— el amor por esta tierra. Él nos enseñó a mirar el horizonte del Cerro Masatrigo no solo como paisaje, sino como promesa.
Así que ya lo sabes:
Viva Esparragosa de Lares,
que aquí late mi corazón, aunque el DNI diga otra cosa.
Antonio Miguel Ruiz Redondo